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HISTORIA

CONANP

La conservación de la naturaleza en México ha pasado por diversas etapas, producto de las dinámicas culturales y socioeconómicas propias, así como por la influencia de tendencias y concepciones internacionales.


Las estrategias de conservación equivalentes a las Áreas Naturales Protegidas de hoy, inician formalmente en México en 1876 con la protección del Desierto de los Leones, cuyo propósito original era asegurar la conservación de 14 manantiales que abastecen de agua a la Ciudad de México.


Es hasta la publicación de la Constitución Política de 1917, que se integra el concepto de propiedad como una función social, y se establecen regulaciones y limitaciones para el aprovechamiento de los recursos naturales susceptibles de apropiación. Sobre esta base se decreta el Desierto de los Leones como el primer Parque Nacional. Sin embargo, durante las cinco décadas siguientes, México no establece con claridad ni efectividad políticas públicas en materia de conservación de los ecosistemas y su biodiversidad.


Aún así se realizaron importantes esfuerzos de conservación bajo el liderazgo de Miguel Ángel de Quevedo, cuyo resultado fue la protección de las cuencas de ciudades importantes y la constitución de Parques Nacionales y Reservas Forestales en espacios con valor escénico y ambiental.


Durante este período, los decretos expropiatorios o declaratorios de los Parques Nacionales fueron percibidos como imposiciones centralistas, tanto por propietarios como por las comunidades y autoridades locales. En muchos de los casos, las limitaciones del dominio no fueron instrumentadas, por lo que se consideran como "Parques de Papel".


A partir de los años setentas se inicia una nueva etapa donde la conservación se enfoca de manera más importante, por un lado a conservar la biodiversidad, y como complemento a los servicios ambientales o ecológicos; y por el otro a la incorporación expresa de las comunidades humanas al modelo a través de las reservas de la biosfera. Resulta evidente que el futuro de las ANP requirió de un compromiso para lograr niveles dignos de bienestar para los residentes, de quienes, a la vez, depende la capacidad de éstas para seguir ofreciendo sus servicios ambientales, de ecoturismo, etc. Esto ocurría al tiempo que, lamentablemente, se subsidiaba ampliamente y como política pública la destrucción de ecosistemas en todo el país y sobre todo la “ganaderización” de importantes extensiones de selvas.


Durante las siguientes dos décadas, con base en grandes esfuerzos de la sociedad y con el liderazgo de importantes grupos académicos de las principales instituciones del país en alianza con organizaciones de la sociedad civil, se reactiva la creación de ANP. La protección de éstas es, un instrumento que a nivel mundial y nacional las convierte en íconos del compromiso con la conservación por parte del sector oficial, lo cual facilita su decreto, pero no un compromiso real en su manejo conservacionista efectivo. A principios de los noventas se da la primera institucionalización de la gestión ambiental en lo general y la de la conservación ecológica en lo particular.


La cumbre de la Tierra en 1992 representó, en el ámbito internacional, la oportunidad de cambio ambiental que hoy vive México en lo político. Es ahí donde nuestro país, en el marco de la Agenda 21, asumió importantes compromisos de hacer efectiva la voluntad que los decretos de Áreas Naturales Protegidas habían representado en el papel durante 75 años. En el mismo lapso, la sociedad civil había crecido en su conocimiento, conciencia y sofisticación de las organizaciones conservacionistas nacionales y aquellas internacionales con presencia en México, aliadas en ocasiones con grupos ecologistas y ambientalistas. Desde diversos ámbitos, nuevos líderes en conservación se sumaron en buen número a los maestros pioneros de dos generaciones.


En este marco y gracias a la participación que durante años habían obtenido los centros académicos y de manera creciente la clase política, se forman dos importantes instituciones cuya influencia seguirá por mucho tiempo más. En 1992 se crea la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (CONABIO) y poco después el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza (FMCN). Juntos continúan proyectando y fortaleciendo a nivel nacional e internacional la imagen del país en la materia, e inciden en las políticas públicas. La primera lo hace desde el sector público, por su capacidad de buscar, rescatar, organizar y utilizar la información en materia de biodiversidad para la toma de decisiones por la sociedad y el gobierno; y la segunda, desde los sectores privados y filantrópicos, al obtener, administrar y distribuir estratégicamente recursos financieros y técnicos para programas y proyectos de conservación de la sociedad y gobierno, y para fortalecer las propias organizaciones conservacionistas.


Como resultado directo de estas coyunturas de los años noventa, las ANP aceleradamente ganaron el terreno que habían perdido durante décadas. Institucionalmente, pasan de una dirección de área, con reducido presupuesto y un papel centralizado, lejano y básicamente normativo, a convertirse en una unidad coordinadora dentro del Instituto Nacional de Ecología (INE) en 1996 y éste a su vez en la estructura de una Secretaría, con capacidad operativa directa, aunque mínima, en más del 80% de la superficie bajo protección. Finalmente, en el año 2000, se crea la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) como órgano desconcentrado de la ahora SEMARNAT, con los retos de consolidación e institucionalización que el rápido crecimiento le imponen. Paso a paso se ha avanzado en la atención del rezago acumulado, tanto en acciones de conservación como en el incremento del presupuesto, sin embargo la CONANP tiene aún necesidades de crecimiento.


CONCEPTO MODERNO DE CONSERVACIÓN


La nueva visión en conservación acepta que sin el humano ésta no tiene sentido. Es por ello que, aunque con frecuencia se enfoca a la atención de problemas con los ecosistemas y su biodiversidad, subyace un interés de mantener condiciones de vida dignas y oportunidades para todas las personas de la presente y futuras generaciones. Además, involucra de forma explícita la participación de las comunidades y el mantener oportunidades se convierte en una oportunidad en sí misma.


La conservación es la que da el carácter sustentable al desarrollo y por ello sin conservación la sustentabilidad es imposible. Pero para atender plenamente y poder aplicar efectivamente el concepto de conservación debemos desagregarlo y ordenarlo en diferentes componentes. La conservación se logra tanto con acciones directas sobre los ecosistemas y su biodiversidad como con indirectas que influyen en comportamientos y decisiones de las personas.


A su vez, la conservación directa se compone de protección, manejo y restauración, conceptos que se constituyen en los tres ejes o pilares de la misma.


Preservar y prevenir con la protección.
La protección es la forma tradicional de hacer conservación y busca evitar que se alteren las condiciones naturales que inciden en el buen funcionamiento de un ecosistema y su biodiversidad. Es importante mencionar que no pretende evitar el cambio, si no que ocurra de una manera natural incluyendo algunos regímenes de disturbio que les son intrínsecos. Buscamos mantener el sistema dentro de sus "límites de cambio aceptables" simplemente evitando intervenir en él o haciéndolo sólo en casos muy concretos y de manera muy sutil.


Usar y mantener a través del manejo
El manejo implica una mayor intervención que simplemente permitir que el cambio ocurra; conduce el cambio en un ecosistema con diferente grado de intervención humana. Las áreas y especies manejadas por definición le producen algo a la sociedad, esa es la razón de ser del manejo, y por ello se considera que el manejo y el uso están ligados de manera indisoluble.


Es decir, el uso y aprovechamiento son parte del manejo y a su vez este último parte de la conservación. Como aún persisten los atavismos de que "conservar" no incluye "aprovechar" en ocasiones, para hacer más clara esta relación y evitar los temores del "conservacionismo a ultranza", hablamos de "uso y manejo" o "aprovechamiento" e incluso en ocasiones nos repetimos usando la palabra "sustentable".


Recuperar y restituir mediante la restauración
Finalmente, nuestra acción directa más intensiva, la que requiere de los mayores plazos para lograrse (y que desafortunadamente es cada vez más necesaria) es la restauración, que nos permite recuperar parcial o totalmente valores perdidos en los ecosistemas y su biodiversidad. Cuando decimos parcialmente nos referimos a una afectación grave porque puede significar la pérdida de especies o fenómenos completos. Si bien la restauración es costosa, debe de realizarse puesto que a largo plazo sigue siendo una buena inversión y, por el contrario, el no efectuarla incrementa costos y puede llevar mas allá del punto de no retorno.
Similarmente, los pilares de la conservación indirecta son: conocimiento, cultura y gestión.


Entender y decidir con el conocimiento
La conservación en la CONANP se rige por el concepto de aplicar el mejor conocimiento disponible en la toma de decisiones. La generación, transferencia y aplicación del conocimiento en materia de conservación es requisito para que las políticas y acciones estén sustentadas y sean sustentables. Para alcanzar políticas efectivas en materia de conservación, es particularmente importante integrar el conocimiento biológico y ecológico que tradicionalmente ha representado al área ambiental con el económico y social.


Este conocimiento se basará en la demanda que la sociedad tenga para las soluciones a sus problemas más apremiantes. El rol de instituciones operadoras de áreas protegidas como la CONANP no es realizar investigación si no fomentar que se realice y, en ciertos casos, financiarla cuando los resultados son necesarios para la toma de dediciones.


Valorar y participar mediante la cultura
Para alcanzar la sustentabilidad se debe de involucrar al conjunto de la sociedad. La cultura conservacionista busca alcanzar una adecuada valoración de los ecosistemas y su biodiversidad en todos los sentidos y se basa en la educación (formal, no formal e informal), la capacitación, la participación y el uso de la comunicación estratégica: ya que la cultura de la conservación implica que la gente modifique su comportamiento. Estos cambios, que ya se vienen dando, pueden ser graduales pero no dejan de ser urgentes considerando la magnitud de la crisis ambiental.


Regular y fomentar a través de la gestión
Es en el proceso de gestión donde se planifica, se determinan políticas, se establecen normas y se administran recursos humanos, físicos, tecnológicos o financieros. También se fomentan actividades y formas de hacerlas, mediante autorizaciones y permisos: se logra que la sociedad y sus instituciones realicen la conservación.


En resumen, la conservación es simplemente la manera de abordar la sustentabilidad de la especie humana desde el punto de vista de los ecosistemas y su biodiversidad y de comprometerse como individuos y sociedad en alcanzarla.


Última modificación :
09 de Noviembre del 2011 09:05:10 AM por la Dirección de Comunicación y Cultura para la Conservación